En tu cumpleaños
Sevilla, 11 de marzo de 2002
En tu cumpleaños Juan Moreno Moreno, España
Sevilla, 11 de marzo de 2002
Querido Alberto:
En el día de tu cumpleaños me impongo la inexcusable e inaplazable tarea de escribirte esta carta que me propuse enviarte hace ya mucho tiempo. Vaya pues por delante mi felicitación en este señalado día, deseando que puedas celebrarlo de la forma mas feliz posible por muchos años.
Las múltiples y variopintas ocupaciones diarias que me han hecho postergar este propósito indefinidamente aplazado, no pesan tanto como el temor a no ser capaz de redactar un texto que a un artista de tu talla no le resulte cuando menos intrascendente, máxime cuando proviene de una persona dedicada profesionalmente a una tarea tan poco lírica como ejercer de ingeniero en el catastro.
Sin embargo, esta pretenciosa “carta a un artista” no deja de ser un tímido intento de pagar una antigua deuda a quién le debo ni mas ni menos que haber forjado en buena medida mi forma de pensar y de enfocar la filosofía de la vida. (Yo te debo bastante, yo sé bien qué te debo y quisiera devolverte... siquiera un uno por mil).
Apenas rebasada la barrera de “a partir de mañana” y con una trayectoria “encarrilada” según los cánones mas tópicos: una formación universitaria, una profesión, una esposa, dos hijas, una casa,... sigo teniendo la asignatura pendiente de manifestar mi agradecimiento a quién ha protagonizado y puesto letra y música a los momentos mas líricos, emocionantes y, casi por tanto, íntimos de mi vida. Canciones como “Callejero”, “Juan Golondrina”, “Equipaje” y “No soy de aquí”, entre otras que he canturreado en infinidad de ocasiones, han calado hasta tal punto en mi personalidad que, sinceramente, no sería el mismo si tú no las hubieras escrito e interpretado.
A pesar de haber escuchado tus canciones grabadas (en cintas de cassette) en infinidad de ocasiones, únicamente te he visto y disfrutado personalmente tus recitales en cuatro ocasiones. Las dos primeras, ciertamente en condiciones poco ideales, en la caseta municipal de la feria de mi pueblo de origen, Pozoblanco, en la provincia de Córdoba. Mi recuerdo mas significativo de aquéllas audiciones fue cuando, siguiendo tu costumbre de cantar “a capella” las últimas estrofas de “cuando un amigo se va”, en medio de toda aquella fanfarria propia de una feria de pueblo a su hora mas ruidosa, aún se oía tu absolutamente portentosa voz (perdóname el halago fácil, pero no sé decirlo de otra forma).
La tercera vez, al comienzo de la pasada década en el Gran Teatro de Córdoba y acompañado por el piano de Ricardo Miralles, fue ya una auténtica gozada. En esa ocasión asistí acompañado de mi esposa, ya que en aquel momento vivíamos en Córdoba y no teníamos las dos “obligaciones” de cinco años y de seis meses de vida respectivamente que nos condicionan ahora todos nuestros desplazamientos. (Estábamos atravesando esa larga etapa en la que los hijos no venían, pero, al cabo de casi diez años de espera,... ¡qué maravilla, Goyo!, ¡qué maravilla!).
La, por ahora, última ocasión en que pude disfrutar de tus recitales fue durante el concierto que ofreciste la pasada primavera en Sevilla. En esta ocasión asistí sólo, debido a que pocas fechas antes supimos del nuevo embarazo de mi esposa que finalmente optó por no ir, pero casi lo viví desde el mismo escenario ya que, como estoy poco atento a este tipo de eventos, me enteré con muy pocos días de antelación y encontré casi al final una localidad en un lateral de la fila “0”. Aún se me eriza la piel cuando recuerdo tu desgarradora interpretación, entre otras canciones, de “el amor desolado” (sufrí realmente por tí en ese momento; por lo que mas quieras, Alberto, cuídate).
Casualmente el pasado verano tuve ocasión de comprobar que tenemos un conocido común: se trata de mi tío Florencio Escribano Moreno, de quién sabía que era también un ferviente admirador tuyo, pero no que tenía cierta familiaridad contigo hasta el punto de haberte visitado en tu casa en alguna ocasión, según me contó. Con mi tío Florencio compartí en mi primera adolescencia muchas horas de afición común a la filatelia y numerosos viajes en mi temprana vocación viajera del comienzo de los años setenta. Años después, mi alejamiento del pueblo obligado por motivos profesionales, (aunque hago frecuentes pero breves visitas a mis raíces), ha hecho que mis encuentros con él sean muy esporádicos, a pesar de la proximidad de su domicilio con el de mis padres, y de que su madre, Isabel, y mi abuelo Juan, de quién heredé el nombre, eran hermanos mellizos.
Me gustaría contarte infinidad de vivencias pero “somos de tiempo y él impone su norma” y no quiero resultar pesado aburriéndote con cuestiones que, estoy seguro, te habrán manifestado en parecidos términos en multitud de ocasiones. Aún tengo fresco el recuerdo de verte, bien entrada la madrugada, después del tremendo esfuerzo del recital de Sevilla, atendiendo con una franca sonrisa las múltiples felicitaciones del público, las peticiones de autógrafos y alguna que otra impertinencia, hasta que nos fuimos los últimos recalcitrantes. (Es la única vez en mi vida que espero al final de un recital para que el artista me firme un autógrafo, y sentí una curiosa sensación, ¡a mi edad...! ).
En cualquier caso, no quiero dejar de felicitarte por tu reciente participación en el disco de Miliki (que ya se va haciendo una tradición navideña mas y que compré a mi hija como regalo de reyes sin saber que tú participabas) y, muy especialmente, en el disco homenaje póstumo a Carlos Cano. Carlos ha sido para mí, durante una etapa ciertamente mas breve que tú pero casi igualmente intensa, alguien paradigmático. (El día que Carlos murió, me escapé literalmente de mis obligaciones diarias para ir a Granada a visitar su capilla ardiente y firmar en el libro de condolencias).
Además, tu participación fue con una canción (“Amarillos”), quizá poco conocida del gran público pero que a mí me había impresionado especialmente desde que apareció. No encontrarás extraño que, en una anterior visita a Granada hace algunos años, le pidiera a un amigo granadino que me llevara a la plaza “Bibarrambla” a ver los tilos amarillos...
Como te decía, hoy estoy ciertamente pretencioso hasta el punto de pretender “pagarte” la milésima parte de lo que te debo, además de con las contadas monedas con que he ido adquiriendo tus grabaciones, con la osadía (discúlpame) de proponerte lo que podría ser un tema para una posible nueva composición. Me sugirió esta propuesta una de las experiencias vividas que mas fuertemente han impresionado mi acomodada mente.
Ocurrió en la única ocasión en que pude visitar tu Galicia de origen: fue en octubre de 1.991 en Muxía, un pequeño pueblecito situado en plena “costa de la muerte”. Unos días antes se había producido el naufragio de un pesquero (“Os Tonechos”) y la consiguiente desaparición de sus, creo recordar, ocho tripulantes.
Hacia el mediodía llegué junto a mi esposa (y mi valiente utilitario matriculado en Córdoba) a las inmediaciones de la ermita de la Virgen de la Barca, donde rápidamente percibí que algo grave ocurría. Según me explicó después la chica que nos atendió en el modesto restaurante donde pudimos comer, es aproximadamente a los ocho días de producido el naufragio, cuando la descomposición de los cuerpos suele devolver a la superficie los restos de los marineros desaparecidos.
Creo que no olvidaré mientras viva la imagen de aquellos familiares totalmente enlutados buscando entre las intrincadas rocas de aquella parte de la costa en que aparecieron los maderos del pequeño barco, cualquier resto de sus seres queridos; al igual que la naturalidad con que, después en el restaurante, la chica nos contaba lo cotidiano que en aquella zona resultaban este tipo de situaciones ya que también una íntima amiga suya, casada muy joven, había tenido la mala suerte de haber “perdido el marinero”. Todavía se me eriza la piel cuando recuerdo aquella frase.
No sé si este hecho será de tu interés pero imagino que no te resultará difícil investigarlo mas a fondo en Galicia... Por si te resulta útil, hace tiempo, el grupo Mocedades interpretó una bellísima canción (“vuelve”) que trataba sobre este tema.
¡Bien...!. He conseguido romper el hielo de dirigirme a tí y cumplir una obligación autoimpuesta hace largo tiempo. Espero que no sea la última ocasión y que, a no mucho tardar, pueda volver a verte y, quizá, darte un abrazo como se lo daría a alguien tan entrañablemente mío (y es que, a lo que amamos, lo consideramos nuestra propiedad, por si no lo sabías).
Felicitaciones otra vez y, por lo que mas quieras, cuidate Alberto, ¡cuidate mucho!
Recibe un fuerte abrazo de otro amigo mas a quien, a partir de hoy, ya conoces un poco.
Juan Moreno Moreno.
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