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Para Alberto Cortéz (Presentación de su libro La Vida) Javier Vilar
    Es muy difícil poder definir con acierto la vida y la obra de Alberto Cortez, pues en cada cosa que digamos de él habrá mil matices que se nos quedarán siempre en el tintero.

    ¿De quién vamos a hablar primero? ¿De Alberto el hombre?, cuya alma permanece tan intacta como el primer día; ¿De Alberto el caminante infatigable?, que recorre paso a paso la distancia como un ave solitaria llevando consigo la fe como único equipaje; ¿De quién vamos a hablar hoy amigos? ¿De Alberto, el amigo fiel?, en cuya mesa siempre hay una copa preparada para brindar de todo corazón por el valor de ser uno mismo, contra viento y marea y en cuyo corazón se abre un vado infinito que nada puede llenar cuando ... un amigo se va. ¿De quién vamos a hablar hoy? ¿De Alberto el soñador que bebe los vientos de la vida a todo corazón, construyendo castillos en el aire solo por amor? ¿De Alberto el trovador enamorado que le regalaba una rosa a su amada cada día, siempre como el primer día? ¿De Alberto el rebelde impenitente que a lomos del rocinante corcel de su ironía arremete contra los molinos de viento de la indiferencia de los indiferentes? ¿O de Alberto el noble cantor de ideales que se levanta cada día de su vida exclamando ¡qué maravilla, qué suerte he tenido de nacer!.. y cuando se acuesta cada noche haciendo el último balance de su andadura cotidiana se propone firmemente cambiarse a sí mismo a partir de mañana, para que el mundo pueda también empezar a cambiar? ¿De quién hablaré hoy ... de ese poeta de nuestra esperanza que cuando le pedirnos que levante su voz y entone su canto para que nuestro corazón pueda extender sus alas y pueda volver a creer de nuevo en los sueños imposibles? .

    Tú acaricias las cuerdas de tu guitarra y nos respondes pudiera ser que pudiera. Quijote enamorado de la vida, que vas por el mundo soñando caminos para despertar a ese niño que llevamos en el interior de cada uno de nosotros. Tú que nos dices siempre no soy de aquí, yo creo que eres más de aquí que cualquiera de nosotros. Nos has hecho amar tanto esa Pampa, que llevas en un rincón del alma. Hechizados hemos hablado con los árboles y con la rosa, hemos cantado nanas a la cebolla y hemos llorado por un perro callejero que nunca llegamos a conocer.

    Una vez, incluso, vi llorar a mi lado a un japonés en un recital tuyo en Madrid y le pregunté: ¿por qué llora? Y él me dijo: porque yo también quiero tener un abuelo gallego. Por eso, cuando conocernos a un artista de la talla de Alberto Cortez, cuando escucharnos sus canciones, cuando nos emocionamos con sus versos, cuando se nos eriza la piel del alma en contacto con su vibrante voz, siempre surge en mí la misma pregunta ¿cuál es el oculto secreto de su magia? ¿dónde se halla la misteriosa fuente de su fecunda inspiración? ¿de dónde surge esa fuerza atávica y visceral que conmueve el alma del oyente hasta hacerle escalar las más altas cumbres del sentimiento? ¿cuál es el secreto poder de tu arte Alberto? ¿Es el amor? ¿es um anhelo inextinguible de perfección y completura? ¿es el deseo inconfesable que late en el corazón de un niño intemporal que todavía hoy sigue queriendo rozar las estrellas con los dedos de sus manos? ¿es la secreta pasión de un alquimista sublime que no ha dejado nunca de mezclar en el atanor de su corazón los ingredientes vitales de la experiencia y de la existencia humana, en pos de hallar algún día la piedra filosofal, el Ars Magna, el misterioso elixir de la eterna juventud para poder entregarlo a manos llenas a los demás, sin esperar nada a cambio? ¡Cuéntanos tu secreto ... viejo Ulises!. .. Dime dónde está tu Ítaca y en qué lejanos mares de la inspiración la buscas hoy, todavía. Porque cuando el cálido viento de tu verbo infla las velas de nuestra alma peregrina, sentimos que nosotros también queremos navegar contigo hacia ese horizonte inabarcable de certezas, siguiendo la brillante estela que tus versos dibujan sobre las aguas de nuestra esperanza. Dicen que eres un hijo de la Pampa y que la Pampa es un mar sin orillas, en el que navega el silencio. Tal vez ahí resida el poder de tu inspiración, porque dicen los viejos sabios que antes de hablar hay que haber aprendido a escuchar la melodía insonora del silencio y tú, mi amigo, pudiste escucharla muchas veces cuando aprendiste a parar el mundo y a dialogar con el duende invisible de la vida. Por eso, tu voz tiene para nosotros el eco infinito de la palabra verdadera, pues en el silencio se crea la expresión y nace la verdad, esa verdad que late en el florido vergel de nuestro jardín interior y que algunos ya se han olvidado de escuchar. Querido Alberto, tú nos lo recuerdas cada vez que los aguzados dardos de tus versos se clavan en nuestro corazón, inflamando en nosotros el ardiente deseo de volver a ser peregrinos del tiempo que venirnos desde siempre y vamos hacia siempre, porque atesoramos en nuestros pechos la dulce nostalgia de nuestra patria perdida. Esa patria a la que tú, como viejo Ulises, quisieras volver a retomar algún día.

    ¿Quién eres tú, Oh amigo? ... ¿El compañero del hombre o la melodía que le acompaña?, ¿el amante o el amado? ¿el buscador o el encontrador? ¿el caminante o el camino?... ¿O tal vez eres todo eso a la vez?

    Oh poeta de la desesperación y la esperanza, nunca dejes de cantar para nosotros y que tu canto traspase las fronteras del tiempo y el espacio, para que puedas seguir reverberando con una melodía inextinguible en el océano de la eternidad.

    Nunca dejes de cantarnos ... Alberto, porque tus canciones tiene un eco en la eternidad.

    Gracias Alberto... Gracias por ser tú... y por cantar para nosotros.



    Javier Vilar. Para la presentación de su libro "La Vida" de Laura Echevarry
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