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FANATICOS
    Desde siempre he sentido un inmenso rechazo a cualquier tipo de fanatismo que pueda existir. Me repele el anglisísmo “fan” tanto como el castellanismo ´fanático´, es algo superior a las coordenadas de mi entendimiento. La Real Academia dice del fanatismo: ´tenàz preocupación, apasionamiento del fanático´, del cual dice el diccionario que un fánático es quien defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sean políticas, deportivas, religiosas o de cualquier otra índole social.

    Hace unos días nos tocó vivir un episodio de fanatismo deportivo que intentaré narrar sin pisar el palito de la exageración; fue en Barcelona. Mis compañeros y yo recalamos en una casa de comidas de Barcelona atraídos por un televisor que al pasar vimos encendido desde la acera en donde se emitía un encuentro de fútbol entre el Real Madrid y el Olympique de Lyon. Debajo del aparato ondeaba una gran bandera del Fútbol Club Barcelona, de todos conocido como el eterno rival del equipo madrileño.Un grupo de personas de distinto sexo ocupaban una mesa de aquel comedor.Al entrar todos se volvieron y yo fui reconocido por las féminas que compartían la mesa, ese tipo de féminas habituadas a reconocer por mínima que sea cualquier atisbo de fama que decore la figura de alguien.

    Al parecer aquel reconocimiento no gustó demasiado a los hombres que las acompañaban; sabidas son en España mis simpatías por el Real Madrid, simpatías que nunca pasaron de ser solamente eso, inapasionadas simpatías. Al entrar vimos que el equipo madrileño ganaba al francés por un gol a cero, aquellas personas y muy especialmente un camarero comenzaron a insultar con todo tipo de improperios a los jugadores madridístas con epítetos irrepetibles por recato en estos escritos. La cosa iba dirigida a nosotros según pudimos entender. A gritos desaforados manifestaban un rencor irrefrenable a todo lo que tuviera que ver con Madrid, cualquier jugada del equipo blanco era rubricada con expresiones tales como “chulos asquerosos” y otras lindezas.”Aquí en Cataluña todos somos del equipo francés y ojalá que a estos energúmenos blancos los revienten a patadas” etcétera, etcétera. Pedimos algo de comer y seguimos viendo entre el griterío aquel encuentro deportivo (?).

    Cuando aquel camarero nos sirvió lo pedido, aquello era incomible y justo entonces los franceses marcaron un gol con el que eliminaban al equipo español de la competición europea que estaba en juego. El griterío llegó al paroxismo y los insultos llegaron a la máxima expresión de lo tolerable. Pedimos la cuenta y nos dispusimos a salir cuanto antes de allí. Todos se volvieron hacia nosotros con una agresividad inusitada tildándonos de cobardes, madrileños de m... y que se yo cuantas cosas más. Repetían insistentemente que ellos eran catalanes y culés de pro y que nosotros, sucios merengues derrotados debíamos volver a esa maldita ciudad de Madrid.

    Salimos cabisbajos y por supuesto un tanto asustados temiendo una agresión más allá de las palabras insultantes.

    El asunto nos llevó a reflexionar mientras nos alejábamos del lugar que aquella era una pobre gente enferma de “madridítis”, fanáticos irremediables y que era mejor olvidarnos del incidente en beneficio de nuestro equilibrio mental. Uno no termina de entender porqué un acontecimiento deportivo puede provocar una pasión tan desmedida que permite exteriorizar el lado más oscuro de la conducta humana.

    Me imagino a aquellas personas una vez en sus casas, quizás con sus hijos, habràn comentando como una hazaña fantástica lo ocurrido, con el regocijo de haber sido protagonistas de acto de inconcebible justicia contra unos seres que solo tenían la intención de comer algo al tiempo que veían el espectáculo deportivo que sucedía en un estadio lejano y que emitía una lejana televisión.

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