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LOS PREMIOS DE LA MÚSICA
    El veintitrés del corriente mes de marzo se entregaron los 5º Premios de la Música promovidos por las sociedades españolas A.I.E. (Artistas, Intérpretes o Ejecutantes) y S.G.A.E. (Sociedad General de Autores y Editores). Estos premios, pese a ser relativamente jóvenes, han adquirido un gran prestigio en la sociedad española. En esta ocasión y con el fin de entregarlos, se celebró como cada año una fiesta mundana y multitudinaria en el Pabellón Raimundo Saporta, perteneciente al Real Madrid, y a mi modesto entender un recinto inadecuado para este tipo de eventos. Los pabellones deportivos, si bien son sugestivos porque albergan gran cantidad de público, están construidos para realizar disciplinas deportivas, mas no para eventos musicales, pues la acústica de estos sitios ha sido diseñada para que los gritos de aliento de los hinchas se multipliquen y se produzca una sensación de contagio que tienda al entusiasmo y la algarabía.
    Coincidirá el lector conmigo que ese ámbito no es precisamente el ideal para realizar actuaciones artísticas, ya que el sonido provoca un rolar de resonancias que hacen imposible la buena percepción de cualquier asunto musical. Con excepción de esta pequeña crítica que responde a un criterio muy personal, la fiesta fue magnífica, brillante y llena de glamour, y según opiniones recogidas posteriormente, muy bien retransmitida por Telecinco. En el espléndido escenario, amplio y cómodo, que se había preparado, destacaban dos gigantescas pantallas laterales donde se proyectaba lo que estaba sucediendo en el estrado, lo cual resultaba práctico para identificar a presentadores y premiados, y para ilustrar las ternas de candidatos.
    La recaudación por venta de entradas fue ofrecida por los organizadores a total beneficio de los afectados por los terremotos de El Salvador, iniciativa muy bien acogida por artistas y público. Los premios fueron muchos y heterogéneos, cada especialidad musical tuvo su recompensa y dentro de ellas se supone que fueron galardonados los mejores.
    Cada artista receptor de su presea agradecía el apoyo de sus colaboradores y dedicaba su premio a alguien. Las actuaciones fueron variadas y de distinta factura. El incombustible Ricky Martin, anunciado como el acontecimiento de la noche, apareció en el podium acompañado por el gran combo de Ketama. Fue una actuación brillante y vibrante y, por supuesto, muy aplaudida y disfrutada por el numeroso público de jóvenes que llenaba la pista de baloncesto, acondicionada con el fin de recibir a quienes, escasos de fondos, pudieron adquirir las entradas más económicas con la condición de permanecer de pie las cuatro horas que duró la cosa. Después de Ricky Martin y Ketama actuaron entre otros María Dolores Pradera y Joaquín Sabina, quienes rindieron un emotivo homenaje al querido Carlos Cano recientemente desaparecido, interpretando a dúo “María la portuguesa”, uno de los grandes éxitos de Carlos. Se premiaron también programas radiofónicos de difusión musical y la fiesta fue transcurriendo por los derroteros previstos.
    Quien esto escribe, es decir, yo, recibí el Premio de Honor por toda mi trayectoria y, en consecuencia, fui el último en aparecer para recibir la recompensa. Cuando llegó mi momento ingresé en el estrado y conmigo lo hicieron los presidentes de las instituciones organizadoras, Teddy Bautista y Luis Cobos. Ambos, con una generosidad desbordante, glosaron mi trayectoria y ya con el premio en mis manos, bastante emocionado por cierto, agradecí a quienes me ayudaron a llegar hasta aquí y luego, cuando me pareció que era el momento oportuno de la dedicatoria, me dediqué el premio a mí mismo, ocurrencia que provocó la hilaridad de todos los presentes. Cuando después los chicos de la prensa me preguntaron si aquello no era un acto de soberbia indigno de mí, les dije que no había sido ésa la intención, pues toda mi vida había esperado recibir un premio semejante y que ahora que se cumplía ese sueño no creía necesario compartirlo con nadie sólo por guardar las formas.
    La fiesta terminó y nos comprometimos todos a regresar el próximo año para entregar y recibir aquellos que serán los 6º Premios de la Música.
    “Ella” y yo regresamos felices a nuestra casa con “nuestro trofeo”; digo nuestro trofeo porque ahora que estamos solos tú, amigo lector, y yo, te confieso que esa presea más que a mí, le corresponde a ella por soportarme estoicamente durante más de cuarenta años.
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