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CON ESTELA RAVAL Y LOS CINCO LATINOS
    Cuando entré en nuestra oficina aquella mañana noté en el rostro de Daniel, mi apoderado, como que quería proponerme algo y no se animaba. Después de los saludos de rigor y un par de mates tomó impulso y me propuso hacer una gira por México llevando como invitados a mis recitales a Estela Raval y Los Cinco Latinos. La reticencia de Daniel a proponerme aquello era natural, pues bien conocía mi intención de no volver a compartir el escenario con nadie después de la brillante experiencia con Facundo Cabral. Por otro lado, Daniel conoce a fondo mi afición a asumir toda la responsabilidad sobre las tablas en solitario. Lo mío más que cenobismo es probablemente una manera de creer en las posibilidades de mis canciones como tales, sin necesidad de adornos ni ayudas que pasen por convertir su exposición simple y pura, al extremo de convertirlas en un espectáculo que llegue no sólo por los oídos, mas también por los ojos. Daniel esgrimió argumentos contundentes que hicieron trastabillar mis ideas. Debo admitir que en esto de compartir escenario soy, digamos algo misógino, quizás como medio de defensa de mi independencia artística.
    "Vivimos tiempos muy especiales y debemos ajustarnos a ellos. Tiempos de ampliar las ofertas que multipliquen las convocatorias". Puso como ejemplos la unión en España de Ana Belén, Víctor Manuel, Miguel Ríos y Serrat en el espectáculo denominado “El gusto es nuestro”, espectáculo-experiencia que una vez finalizada no lastimó para nada la individualidad de cada uno. Sumó como ejemplo el Show “Bohemia” en México con Armando Manzanero, José José, Marco Antonio Muñiz y Raúl Di Blassio. Para reforzar su propuesta dijo "Los Cinco Latinos hace cuarenta años que no van a México, en donde en otra época fueron semidioses debido al éxito obtenido entonces y que debido a la expansión de ese éxito a otros países nunca regresaron". En fin, que argumento tras argumento Daniel terminó por convencerme de que “debíamos” hacer aquello. Debo aclarar antes de proseguir con este relato que desde siempre he tenido y tengo una profunda admiración por Estela Raval como cantante y esa admiración es tal que la considero una de las mejores intérpretes femeninas de habla hispana. Por si eso fuera poco, Estela, como solista, me hizo el homenaje de incluir en su repertorio varias canciones compuestas por mí haciendo de cada una de ellas auténticas creaciones. "Mi país", "Letanías al sembrador ausente", "Me llevaré conmigo", "La vida", "Amor tardío", "Una que sabe como es una", escrita especialmente para ella y, por supuesto, "En un rincón del alma", entre otras. Instigué a Daniel a que fuese él quien diseñase el futuro show, conocedor como es de ambos repertorios. Daniel, con su entusiasmo habitual, puso inmediatamente manos a la obra y un par de días después me presentó un bosquejo de lo que él creía que debería ser el espectáculo. Lo acepté con ligeros retoques y sólo restaba que la Sra. Raval también lo hiciera. La producción mexicana la asumió Rodolfo Ayala y su empresa Show-Time, y así fue que en la primera quincena de mayo de este 2002 debutamos en el D.F. después de ensayar en aquella ciudad durante diez días exhaustivamente. Show-Time derivó la promoción en una empresa capitalina, promoción escasa y no muy feliz, pero a pesar de todo levantamos telón a sala repleta en el Teatro Aldama de la ciudad de México. Los aplausos fueron unánimes y la crítica igualmente favorable. Nos habíamos impuesto una gira de no más de tres semanas cantando dos conciertos por día, así que después de esta presentación de credenciales en la capital salimos a las principales ciudades del interior de la República: Puebla, Guadalajara, Monterrey y Saltillo, capital del estado de Coahuila, en donde nos despedimos de México. Al terminar ese agotador maratón, Estela y yo nos prometimos formalmente a no repetir aquello de dos actuaciones en el mismo día. Esta decisión, como puede imaginar el lector, no gustó a los empresarios, ávidos siempre de multiplicar ingresos. Ésta quizás haya sido la principal razón de no retornar a México en los términos previstos, que eran en el mes de octubre de este mismo año. Al liberar octubre recibimos desde Argentina la propuesta de Fénix Producciones para debutar en Buenos Aires el 4 y 5 de octubre en el Teatro Gran Rex, de la calle Corrientes. Y pese a que las condiciones económicas no eran las habituales, tanto para Estela Raval como para mí, aceptamos en la sensibilidad de la situación crítica socioeconómica que vive actualmente la Argentina. El anuncio de nuestra presentación despertó tal expectativa que una semana antes del debut hubo que colgar el cartel de “no hay billetes”. No sé si fue por el entusiasmo de actuar en nuestra tierra y las ganas que teníamos de mostrar al público lo que habíamos logrado actuando juntos, pero la cuestión es que sin darnos cuenta ni nosotros ni el público, cuando quisimos acordar el recital había durado 3 horas y 45 minutos, sin que nadie se moviese de su butaca, y por si fuera poco, al terminar la gente nos exigía más y más. A raíz del éxito, tuvimos que ofrecer un concierto más, que daríamos como despedida el 27 de octubre. Mientras tanto actuamos en el interior del país, San Rafael (Mendoza), Santa Rosa (La Pampa, mi provincia), Comodoro Rivadavia, La Plata, en el nuevo y maravilloso Teatro Argentino, en Rosario, en el Teatro del Círculo, legendario escenario rosarino, en el Teatro Real de Córdoba y, finalmente, en el Gran Rex, en todos de bote en bote.
    A modo de reflexión final debo decir que para quien canta es un placer hacerlo al lado de una mujer con una perfecta afinación y una dicción de iguales características, especialmente en estos tiempos en que esas virtudes parecen ausentes en el catálogo de la música popular actual. El recital es dinámico y muy variado, pues Los Cinco Latinos, además de cantar con Estela, con sus instrumentos de viento, saxos, trombones, trompetas, se suman a mis músicos y todos me acompañan en plan “big band” en varias canciones bajo la dirección de mi pianista, el director Fernando Badía. Lo mismo hacen con Estela bajo la dirección del suyo, Daniel Vilá. Como anécdota quiero decir que termina el recital pidiéndonos entre todos, incluyendo el público como un gigantesco coro y de manera unánime “Miguitas de ternura”. El público y nosotros salimos del teatro mejores que como entramos, bastante más enriquecidos, esperanzados y felices de haber participado de un hecho emocional único que al final se concreta en lo que todos de alguna manera necesitamos más que nunca, pedir ternura, “ésa que perdemos cada día más”.
    En los recitales mexicanos se grabó un disco doble tal y como fueron los conciertos, incluyendo algunos errores propios del directo. Ángel Gómez fue el responsable de esas grabaciones, Daniel Frega quien montó todo aquello. Javier Rivera ejerció de regidor del escenario, e iluminadores y demás personal de los teatros a quienes desde esta página agradezco de corazón el esfuerzo y la colaboración
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