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RANCUL CIEN AÑOS
    Rancul es mi pueblo, es decir, allí donde mi madre me trajo al mundo, allí donde pasé mi infancia, feliz por cierto, y si digo feliz, no es porque de niño tuviera muchas licencias o muchos juguetes o mis padres muchas posibilidades de ofrecérmelos, no. Mi infancia fue una infancia feliz porque se desarrolló en un clima familiar armónico, al punto de atreverme a llamarlo amoroso. Armónico porque ni de niño ni de adolescente asistí jamás a una discusión entre mis padres, y no dudo de que como pareja las hayan tenido, pero bien se cuidaron de no discutir delante de sus hijos, es decir, que la armonía fue una constante en la casa familiar. Con nosotros convivían tías, tíos y, por supuesto, el abuelo paterno de origen gallego a modo de patriarca. Mis abuelos maternos, italianos, no vivían en nuestra casa mas sí en el pueblo, que viene a ser más o menos lo mismo, pues la distancia entre ambas casas era mínima. De niño tuve muchos amigos que la vida me ha permitido conservar a través del tiempo, dispersos, pero siempre presentes en mi ánimo y, por supuesto, en mi corazón. Juntos fuimos atravesando la infancia y juntos nos sorprendió la adolescencia y el crecimiento de las alas. Un buen o mal día esas alas levantaron vuelo y a casi todos nos ganó el exilio, el exilio natural de un tiempo que ya nunca más regresa y cuyas coordenadas están escritas y bien definidas en el libro del destino. Flotando en el incontaminado aire de Rancul se quedaron nuestros despertares a la vida, a los sueños, la fantasía, la imaginación y naturalmente las esperanzas. Todos nos fuimos con la promesa de volver algún día al encuentro de las emociones y a descolgar de ese incontaminado aire de nuestra infancia y adolescencia, los recuerdos más urgentes de recuperar.

    -¿Te acordás Lito de aquella vez que…?

    - ¿Y vos Bierito, de aquella otra que...?

    - Aníbal, te abrazo y estoy abrazándome en el andén del regreso como lo hicimos en el de la partida.

    El reencuentro con lo que uno ama es un privilegio que nos da la vida a los que la vivimos en una relación estrecha con el amor.
    De pronto el intendente y su equipo de gobierno me invitan a festejarle a Rancul sus primeros cien añitos de vida. Acepté encantado, a sabiendas de que aquello iba a tener que ver mucho con cosas del corazón. Se soltó entonces una simbólica bandada inmensa de palomas mensajeras con la consigna de atravesar tierras y mares y llegar a todos los rincones del planeta anunciando la buena nueva del reencuentro. La noticia cundió generosa y todos nos propusimos acudir a la amorosa cita. Todos, salvo aquellos cuyos espíritus vuelan en los cielos del más allá. El 22 de noviembre fue el día señalado y de los cuatro puntos cardinales llegamos el Bierito, el Cuqui, el Lito, el Aníbal, el Eduardo, el Chiche, el vasquito que nunca quiso irse del pueblo y le tocó recorrer el camino más corto. El aire incontaminado de Rancul entonces se contaminó de lágrimas emocionadas en el abrazo prometido y durante tanto tiempo esperado. Fue ocasión para que Rancul se vistiera de fiesta y fue tiempo de cantar y bailar y beber el sagrado cáliz de los afectos renovados. Todos nos sumamos al recuerdo de aquéllos que ya no están, el de Juan CarlosTonetti y Juan Carlos Rodríguez a quienes la vida se los llevó por delante y nos dejaron esperando en el andén.
    Alguien sugirió en un mensaje dejado en mi página Web que escribiera algo sobre el centenario de mi pueblo. Para mí esto que acabo de narrar ha sido el centenario de Rancul. Lo demás, y me refiero a los distintos actos y comidas y desfiles y el inmenso esfuerzo de toda la comisión municipal encargada de la organización, con el intendente Eduardo Orlandi al frente, y los artistas maravillosos que me acompañaron en mi emoción en el gran espectáculo final, la gran Estela Raval y los Cinco Latínos, el querido Víctor Heredia, el genial Hugo Varela y ese maravilloso gordo Rafael Amor, poeta profundo y hermano de vocación, y toda la pléyade de músicos y técnicos, conforman los detalles del inmenso éxito que fue, éxito que disfrutaron las casi nueve mil personas que asistieron. Aconteceres que mis coterráneos no podrán olvidar jamás como yo no podré jamas olvidar el clima que vivió Rancul, mi pueblo, contaminado de amor y de alegría.
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