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¡¡¡EL GRITO!!!
    Anoche, 15 de septiembre, viví una de las experiencias más fascinantes de mi vida profesional. Resulta que el 16 de septiembre es el día patrio mexicano, una fecha en la que el país festeja la independencia, es decir, el nacimiento de una nación soberana. Los festejos comienzan la noche del 15 de septiembre y se realiza simultáneamente en todas las ciudades y pueblos del país.
    La noche del 15 a las 23 horas, horario de un equilibrio entre las diferentes zonas horarias del país, el señor Presidente sale al balcón enarbolando una gran bandera de México y pronuncia lo que se denomina popularmente "el grito". Y efectivamente es al grito de ¡VIVA MÉXICO! que la multitud responde ensordecedoramente; el Presidente solicita otros vivas para los héroes de la Independencia como el cura Miguel Hidalgo y otros posteriores como Benito Juárez, Zapata, Madero, Carranza, etc.
    El Palacio de Gobierno está ubicado en el Zócalo de la ciudad, una inmensa plaza limitada por la Catedral y por una serie de edificios oficiales que conforman el casco antiguo de la capital. A la ceremonia de "el grito" acuden delegaciones de todo el país incluyendo las de muchas comunidades indígenas que habitan los lugares más remotos. La congregación supera generalmente las trescientas mil personas. El gobierno de la ciudad organiza entonces espectáculos para toda esa gente y para los millones que siguen la ceremonia por la televisión.
    En la noche del 15 pasada, además de una decoración espectacular con millones de bombillas de luces de colores alegóricos a la festividad adosados a las fachadas de los edificios oficiales que completan el aspecto de la plaza, se montaron dos gigantescos escenarios colindantes. En el primero actuó el Ballet Folklórico de Amalia Hernández, una joya de la danza telúrica universal. Un maravilloso espectáculo de luz y color con trajes típicos y música muy estridente de las distintas regiones y comunidades indígenas de este enorme país. Terminada la representación de ballet en el segundo escenario se presentó a Fernando de la Mora, un operístico tenor con una excepcional voz, quien acompañado por un gran mariachi interpretó canciones populares mexicanas para regocijo de un público eminentemente popular. En mitad de su actuación interrumpió su canto para presentar a "un gran amigo de México", el señor Alberto Cortez. Temblándome las piernas subí al primer escenario, allí donde había actuado el ballet; me esperaba Fernando Badía sentado frente a un gran piano de gran cola. Ante tanta estridencia de la música para los bailes y el mariachi que acompañaba a Fernando de la Mora, nuestra presencia significaba un remanso de paz entre tanto barullo. La gente agradecida me recibió con entusiasmo. Juro que jamás había cantado para tanta cantidad de gente y tan heterogénea. La vista desde el escenario era impresionante, la mirada se perdía en ese mar de almas expectantes "a ver qué nos trae este hombre", con la tácita pregunta de "y cómo cabe este hombre extranjero dentro de esto que es eminentemente mexicano".
    Resulta que mi música después de tantos años de presencia en los escenarios de este país ha pasado a formar parte del acervo popular, tanto que esa inmensa multitud reunida en el Zócalo corearon cantando conmigo canciones como ‘A mis amigos’, ‘Mariana’ o ‘Camina siempre adelante’, porque las han adoptado como propias. Había dejado para el final la canción ‘Mi árbol y yo’, auténtico himno para los mexicanos ensayada anteriormente con el mariachi para ello; con la gente pidiendo otra y otra me dirigí al segundo escenario y allí la canté, acompañado por el mariachi. La ovación fue de antología. Todos disponíamos de un tiempo de actuación limitado por requerimiento de la televisión, es por ello que al terminar, pese a que las trescientas mil personas pedían insistentemente más canciones, me tuve que retirar del escenario con el corazón henchido de agradecimiento al publico de un país que me ha guardado una fidelidad sin mengua a lo largo de más de treinta años y así se lo dije a la gente al retirarme del estrado. "GRACIAS MÉXICO POR TANTO RESPETO Y FIDELIDAD A LO LARGO DE TANTOS AÑOS". Éste fue mi "particular grito" tras vivir con una intensidad indescible esta única experiencia convertida en baño de multitud.

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