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Ponencia ,jornadas pro derechos humanos Nelson Mandela
    Hoy 23 de marzo intervine como ponente en unas Jornadas Pro Derechos Humanos dedicadas a Nelson Mandela, que se llevan a cabo en la Universidad ‘Alfonso X el Sabio’. Lo hice invitado especialmente por los responsables de aquella casa de estudios, gestión que realizó el doctor Carlos Corvalán, profesor en la cátedra de veterinaria.
    Dadas estas necesarias explicaciones de rigor, quiero compartir con los visitantes de ésta mi página el discurso que ante una audiencia plena dije, ponencia complementada con algunos poemas.

    PONENCIA

    Buenos días.
    Mi nombre es Alberto Cortez y he sido invitado por esta casa de estudios para exponer una ponencia sobre LA LIBERTAD Y LA CREACIÓN. En este foro se oirán voces mucho más autorizadas que la mía para tratar estos temas, en todo caso me han pedido que hable y lo hago contando de antemano con la indulgencia de los presentes, ya que no soy erudito en materia alguna. Como mucho y en todo caso, estoy aquí como un hacedor de versos más o menos afortunados y como cantor popular que cumple la función de acercar mediáticamente un poco de poesía a las personas afines a otras disciplinas literarias que habitualmente rehuyen a leer versos y se empeñan en ignorar el intenso valor emocional que un poema contiene.
    Empezaré diciendo que una canción es un grito emocional de libertad en el más amplio sentido de esa maravillosa palabra, tan maltratada en boca de quienes la encierran, la condenan o esclavizan a sus ambiciones de poder. En boca del poeta es donde el término libertad adquiere su valor más auténtico, menos manipulado, más universal y más emotivo. He mencionado un par de veces actitudes relacionadas con la emoción, así es pues, como ustedes saben muy bien, cualquier actividad artística sólo puede ser juzgada y apreciada a través del tamiz de la emoción. Cuando la emoción asoma, huelgan las erudiciones. No se puede juzgar un cuadro de Renoir, un poema de Borges o una sinfonía de Malher desde los parámetros de la estadística, que es al fin y al cabo la base de la sabiduría. Los juicios emocionales por muy imperfectos que sean nos hablan de ese sentido humano que tiene que ver con la solidaridad y las coincidencias espirituales.
    En estos tiempos tan precarios en asuntos que tienen que ver con la sensibilidad y los sentimientos, la poesía se ha convertido en una rara ‘avis’ dentro del universo literario. Se editan cada vez menos libros de poesía. Los responsables de los medios audiovisuales la consideran aburrida y nulamente competitiva en materia de ‘rating’ y a los poetas, personas a no tener en cuenta.
    Allá por el año 1967 entre mis colaboradores y yo, respondiendo a una necesidad más transgresora que intelectual decidimos aventarnos la aventura de componer canciones utilizando versos de poetas consagrados.
    Recurrimos al siglo de oro español y compuse canciones con textos de Luis de Góngora, Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Villegas, comenzando la aventura con las archifamosas Serranillas del Marqués de Santillana y culminando en un poeta cuya poesía es más cercana a nuestro tiempo, es decir algunos versos escogidos de Don Antonio Machado. En realidad aquella primera selección fue una excusa para sortear la férrea censura franquista, suponiendo que el censor de turno no se atrevería a prohibir poemas de tan dorado origen, pero en realidad el verdadero fin era exponer canciones con poemas de Machado, de Neruda, Yupanqui o Miguel Hernández, nombres todos impronunciables entonces sin correr el riesgo de una severa reprimenda oficial con el látigo de la prohibición de exponer públicamente aquella peregrina idea. El estreno de las canciones se llevó a cabo en el Teatro de la Zarzuela, el 19 de diciembre de 1967. Aquella idea sólo era original para los profanos que desconocían aventuras similares en la canción francesa. Algunos egregios poetas habían aportado su talento a la canción popular, como ejemplo vale el caso de Jacques Prevert y su poema ‘Les feuilles mortes’ al que Joseph Kosmá puso música resultando una muy bella canción que interpretada por las más grandes estrellas del panorama musical de su tiempo e integrada al repertorio de los grandes divos de la época se convirtió en uno de los más resonantes éxitos de la ‘chanson francaises’ de todos los tiempos. Colette Renard por su parte se lanzó a la fiesta de cantar poemas de Artur Rimbaud y Charles Baudelair musicalizados por su esposo el célebre músico Raymond Lefebre. Es imposible ignorar a Georges Brassens, cantor popular que fue invitado a formar parte de la súper elitista academia francesa del idioma o el incomparable Jacques Brel, a mi entender el auténtico Papa de la cantantautoría. En España poetas como García Lorca, Rafael de León o Rafael Alberti permitieron halagados que con algunos de sus poemas nacieran canciones asombrosamente bellas. La canción, pues, resulta ser un vehículo extraordinario para la difusión de la poesía. Cuando un poema es cantado en una canción es como desempolvar un libro de versos que abandonado en el estante de una biblioteca sólo sirve para acumular el polvo del tiempo. Esa es la verdadera oferta de la canción popular, es invitar al poeta a ocupar un merecido espacio de privilegio en la sociedad que habitualmente lo ignora y que por causa de esa ignorancia ese creador se aísla, se anula y se pierde. Es bajarlo de la biblioteca y devolverlo al mundo para que éste, con sus virtudes y defectos, le siga generando la necesidad de escribir, es decir, de seguir creando.
    En este foro en donde se reclama enérgicamente un mayor respeto por los derechos humanos inspirados todos en la señera figura de Nelson Mandela. La música y la poesía debe ser un lazo de unión entre los pueblos y la canción popular quizás, como su hija menor, debe ser tenida en cuenta ya que tiene que ver con la sensibilidad de los pueblos en su expresión más auténtica. Poetas, aquí está mi lira dispuesta a crear con vosotros el pequeño universo onírico de una canción, ponedle alas a vuestros versos y a vuestros sueños. Que la copla se apodere abiertamente del sentir de la gente.
    Así lo decía Don Manuel Machado:

    Hasta que el pueblo las canta,
    las coplas, coplas no son,
    y cuando las canta el pueblo,
    ya nadie sabe el autor.

    Tal es la gloria, Guillén,
    de los que escriben cantares:
    oír decir a la gente
    que no los ha escrito nadie.

    Procura tú que tus coplas
    vayan al pueblo a parar,
    aunque dejen de ser tuyas
    para ser de los demás.

    Que, al fundir el corazón
    en el alma popular,
    lo que se pierde de nombre
    se gana de eternidad.

    Definitivamente el poeta es y debe seguir, a mi modesto entender, enarbolando la bandera de la libertad creativa en todas las acepciones que la palabra tiene, desde la libertad de pensamiento hasta aquella que amplía hasta el infinito las fronteras de los sentires e inquietudes humanas. No hay barreras ni ataduras que la detengan y libre debe ser el vínculo inexorable en estos tiempos de tecnocracias y globalizaciones entre el talento, la semántica y las ideas; hoy más que nunca debe convertirse en la herramienta que facilite la gran difusión mediática, y esa difusión por generación espontánea la tiene la canción popular.
    No hay pecado en usar esa herramienta. ¡Qué más quisiéramos que se prestase mayor atención a los creadores artísticos que a la injerencia en la privacidad de la gente tan ‘en boga’ en las televisiones del mundo!
    Todo este parlamento mío no ha pretendido ser más que una ponencia, propongo pues que los poetas y los músicos, despojados de vanidades e intereses, establezcan una relación íntima de colaboración con el fin de generar canciones que nos hagan más libres y sirvan para derribar los tenebrosos muros de la mediocridad que nos ahoga.
    Gracias a todos por escucharme. Buenos días.

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