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EL VOR
    Entre Buenos Aires y Santiago de Chile hay una distancia de 1480 kilómetros. Hasta no hace mucho tiempo, realizar este camino a través de las interminables llanuras pampeanas por intransitables parajes era una odisea. Con el advenimiento y espectacular desarrollo de la aviación comercial, la odisea se convirtió en un cómodo paseo de dos horas a diez mil metros de altitud en uno de los muchos aviones que a diario realizan el trayecto, atendidos por solícitas azafatas que colman al viajero de bebidas, comidas y entretenimientos que reducen el trayecto a un placentero rato de vistas aéreas maravillosas, especialmente cuando la nave sobrevuela Los Andes y a través de la ventanilla el Aconcagua se convierte en un vecino espléndido mostrando la indescible y para muchos inalcanzable belleza de sus cumbres.
    Desde los primeros vuelos realizados por osados pioneros como Carola Lorenzini, Benjamín Matienzo o el propio Saint Exupéry, que a bordo de frágiles máquinas exentas de toda seguridad realizaron sus proezas desafiando el peligro a pecho descubierto, hasta nuestros días, se han realizado cientos de miles de vuelos en ambas direcciones con todo tipo de aparatos. El trayecto tiene sus bemoles, por un lado la monotonía de la pampa que es casi como volar sobre el mar, y por otro Los Andes, sus cumbres y sus misterios.
    Precisamente para solventar la total ausencia de referencias topográficas en aquellas inmensidades y para controlar y ordenar mejor el tránsito siempre creciente de aeronaves, las autoridades aeronáuticas decidieron instalar un instrumento de ayuda a la navegación llamado VOR (Very high frecuency omnidirectional range) y el lugar escogido fue Rancul, población ubicada en un punto equidistante entre ambas orillas de la República Argentina. Justamente en Rancul el once de marzo de 1940 mi madre tuvo la buena idea de traerme al mundo.
    El artilugio actúa como una radio-faro provista de una determinada radio frecuencia. Los aviones que despegan del aeropuerto de Pudahuel, en Santiago de Chile, con destino al de Ezeiza en Buenos Aires, ajustan sus instrumentos de navegación de Pudahuel al VOR de Mendoza. Al llegar a esa vertical, la antena desvía el avión de manera automática hacia el siguiente VOR, en este caso el de Rancul. Una vez alcanzada esa posición se repite la operación, es decir, el avión toma rumbo hacia el siguiente en la ciudad de Junín, último control antes de iniciar la maniobra de aproximación para finalmente aterrizar en la pista del aeropuerto de Ezeiza. Cuando el viaje es al revés, al despegar de Ezeiza se sintoniza el VOR de Junín, luego el de Rancul, luego el del Plumerillo en Mendoza y finalmente después el de la cordillera Pudahuel.
    La noticia de la instalación de aquel instrumento en Rancul causó una excitación inusitada entre sus habitantes. Excitación hasta cierto punto lógica, teniendo en cuenta que en estos pueblos un tanto dejados de la mano de Dios y de los hombres que gobiernan, cuando sucede algo extraordinario suele ser algo dramático y trágico. Algún accidente de cualquier tipo, siempre brutal, o una plaga de voraces langostas que arrasan cultivos y haciendas o un incendio forestal incontrolable en los montes (bosques subtropicales que por allí abundan) promoviendo miserias y malestar en la gente. Por eso digo que la instalación de aquel instrumento en la zona y precisamente en Rancul causó una agitación inusitada entre sus habitantes. Se comentaba el asunto en la calle, casas y bares. Se argumentaba de diversas maneras sobre el tema aunque nadie sabía con certeza de lo que se trataba, y pese a todo la gente opinaba y discutía al respecto. Las autoridades solamente informaron a la población de forma somera y escueta cuando ya la instalación estaba decidida y próxima a consumarse. Se dijo entonces que se trataba de un alto asunto de Estado concerniente a la aeronáutica y, en consecuencia, tenía que ver con la seguridad del territorio nacional por tratarse de un instrumento de alta precisión imprescindible en caso de conflicto armado. Chile y Argentina desde siempre han tenido una cierta vocación belicista por razones limítrofes. Bien al sur, donde acaban los Andes, en la zona más austral del continente, la Patagonia se disgrega en una interminable cantidad de islotes generalmente helados, inhabitados e inhabitables, que hacen muy difícil establecer límites precisos. Esta confusión limítrofe es la excusa que aducen los militares de ambos países para armarse hasta los dientes a costa del erario nacional.
    Al dichoso VOR lo instalaron en los terrenos del modesto aeroclub del pueblo, justo a un costado de la única y sinuosa pista del aeródromo. Durante unos cuantos días y respondiendo a la novedad, el instrumento fue destino de la peregrinación persistente de curiosos y sabiondos en visita de observación no desprovista de un cierto sentimiento patriótico, pues de alguna manera y aunque de puntillas, el pueblo entraba en la historia grande del país. Desde la instalación del VOR, Rancul y sus habitantes ya no serían ignorados como lo habían sido hasta entonces. Hubo incluso quien con desmedida euforia afirmó que la historia mediría la fecha de la puesta en servicio de aquel instrumento como el final de una época y el comienzo de otra para los estudiosos del futuro. Mas no todos fueron regocijos. No faltó quien dijo que aquello atraería el rayo en los orajes estivales con el correspondiente peligro para casas y haciendas. Algún aficionado al oscurantismo de los que nunca faltan en estos pueblos afirmó categóricamente que las ondas que emitiría “esa cosa” influiría en la parición del ganado y que era más que probable que a las parturientas y nodrizas se les cortara la leche.
    A Don Narciso Corvalán, ex conductor de camiones y padre de Chaco Corvalán, único piloto de avionetas e instructor del club, le fue encargada la limpieza y conservación del montículo en el micropredio donde había sido instalado aquel instrumento. Debía evitar que el viento fuese almacenando arena en su entorno y que aquello no se llenara de “yuyos” como allí se llama a las malas hierbas.
    Don Narciso ya había pasado los setenta, y como era desde siempre muy aficionado a la jardinería, entendió que la mejor forma de proteger aquello de las inclemencias del tiempo era plantar alrededor unas cuantas matas de flores, y así lo hizo.
    Diariamente el hombre limpiaba y regaba con generosidad aquel huerto. La vecina primavera recompensó sus esfuerzos y tímidamente comenzó el montículo a poblarse de verde, y promediando septiembre, el VOR parecía más un pequeño jardín que un instrumento electrónico de alta precisión.
    Aquellas matas, como consecuencia del buen cuidado de Don Narciso y de la inefable primavera con la llegada de octubre, fueron una explosión de flores multicolores. Como es natural, las flores trajeron consigo multitud de mariposas que competían en colorido entre todas ellas en aquel mini vergel.
    Una tarde, cuando Chaco regresaba de un corto viaje y se disponía a aterrizar, observó asombrado que el VOR, con su forma de peonza achatada brillante y polícroma, se elevaba unos cuantos metros del suelo, se desplazaba hacia un costado y regresaba a su sitio.
    Se restregó los ojos para asegurarse que aquello no era una alucinación y enseguida devolvió completa su atención al aterrizaje, no fuera que por aquella visión se diera un tortazo al tomar tierra. Una vez arribado al hangar, apagó el motor e intrigado se dirigió al parterre en cuyo centro estaba el VOR. A medida que se acercaba vio de cerca aquel fenómeno que instantes antes había llamado tanto su atención. Una nube con la misma forma de peonza achatada brillante y multicoloreada se elevaba unos tres o cuatro metros del suelo, se desplazaba otros tantos hacia un costado y regresaba a su lugar posándose suavemente en su sitio.
    Chaco sonrió al reconocer que aquella nube estaba formada por miles de mariposas que volando como en escuadrilla disciplinada, respondiendo quien sabe a qué extraño instinto o designio, adoptaban la forma del VOR, se elevaban, desplazaban y después de un breve vuelo regresaban a sus flores. Sorprendido, pero satisfecha su curiosidad, se metió en su camioneta y se fue para su casa.
    En el camino sus pensamientos trataban de explicar lo inexplicable.
    ¿Por qué extraño fenómeno aquellas mariposas volando en masa adoptaban la forma del VOR en sus desplazamientos? Aquella visión le recordó las noticias que se tienen sobre avistamientos de ovnis. Cayó en la cuenta de que esa forma de peonza achatada que tenía el VOR era similar a la forma que se reflejaba en las fotos que viera alguna vez de platillos voladores en alguna parte. Dejó la incógnita pendiente para comentarla con su padre, recriminándose un ligero exceso de imaginación.
    Durante la cena Don Narciso, hombre que por sus años era un hombre sabio, escuchó pacientemente el relato, sonrió enigmáticamente y comentó que las mariposas eran unos bichitos muy especiales con reacciones y actitudes imprevisibles. Algunos místicos, dijo, afirman que son ángeles diminutos enviados por Dios a colorear el mundo. También los poetas se ocupan con frecuencia de las mariposas. Alguno dijo alguna vez que son engendros díscolos del arco iris a la deriva. Lo que se sabe con certeza es que responden a unos parámetros relacionados con la luz, las temperaturas y el aire y, por supuesto, con sus fuentes de alimentación. También que han desarrollado un instinto comunitario no estudiado a fondo todavía, cuyo ejemplo mejor es el comportamiento de las mariposas Monarch en California y México. Después de estas vagas consideraciones, la charla derivó por otros derroteros y el asunto de las mariposas y sus misterios fue superado por otros temas hasta que el sueño se adueñó de todos, y sin más se fueron a dormir.
    A la mañana siguiente Chaco despegó con destino a Río Cuarto, ciudad sita a unos 200 kilómetros al norte de Rancul. Como era habitual cada vez que realizaba un vuelo de una hora o más, para no aburrirse con el monótono paisaje de la llanura, durante el viaje sintonizaba la radio de su avión en la frecuencia que utilizan los grandes jets de línea que volaban a varios miles de metros por encima de él. Le distraía escuchar las conversaciones de aquellos pilotos con sus puntos de apoyo en tierra, aeropuertos o bases militares. Secretamente soñaba, mientras oía, que quizás algún día podría ser él quien hablara desde los mandos de un 727 o un DC10. Aquella mañana, tan pronto entró en la banda precisa, escuchó una conversación diferente a las habituales y un tanto alarmante.
    El comandante del vuelo AR 211 tenía dificultades y estaba en contacto con los controladores de la base aérea militar de Villa Reynols, en la ciudad de Mercedes, provincia de San Luis.
    -“Atención, vuelo Aerolíneas Argentinas 211, aquí el control de Villa Reynols, nuestro radar nos indica que se está desviando peligrosamente hacia el norte y a punto de entrar en una aerovía militar. Está usted incurriendo en una falta grave contra el reglamento, capitán, y además peligrosa, porque allí tenemos algunos tráficos circulando y en cualquier momento puede producirse una intercepción de graves consecuencias. Justifique su posición, por favor. Retome de inmediato su ruta y abandone el área lo antes posible”.
    -“Atención, atención Villa Reynols, aquí Aerolíneas Argentinas 211, habla el capitán. Conocemos nuestra posición, pero tenemos dificultades. Estamos ante un fenómeno muy extraño. Hemos atravesado una nube no detectada por nuestro radar meteorológico con la imagen de una peonza achatada que despedía miles de colores. Por su forma y colorido parecía uno de esos objetos voladores no identificados”.
    -“¿Quiere usted decir que ha colisionado con un ovni, capitán?”.
    -“No, Villa Reynols, no hemos colisionado, simplemente hemos pasado a través, y al hacerlo se ha cubierto totalmente el parabrisas de mariposas. Cambio”.
    - “¿Mariposas?”, preguntaba asombrado el controlador de Villa Reynols.
    -“Confirme su altura, capitán”.
    -“Altímetro a 33.000 pies, Villa Reynols”.
    -“Y dice usted que han atravesado una nube de mariposas a 33.000 pies? Capitán, no hay mariposas a diez mil metros de altura, ¿está usted seguro de que son mariposas?”.
    -“Por supuesto, Villa Reynols, no sólo estoy seguro, sino que desde que se produjo el fenómeno estamos con visibilidad cero y el reactor de la derecha ha perdido presión y hemos tenido que apagarlo por temor a un incendio. Y al de la izquierda le está pasando lo mismo. En una palabra, Villa Reynols, estamos en emergencia y solicito permiso y ayuda par realizar un aterrizaje inmediato en esa base, mientras el reactor central siga operativo”.
    -“Capitán, ¿hay algún herido a bordo?”.
    -“No, el pasaje ni se ha enterado. Sólo aquí en la cabina de mando hay gente asombrada como yo, Villa Reynols”.
    -“Tranquilo, capitán, está autorizado a aterrizar, le llevaremos a la pista 03. Abandone el nivel de 33.000 pies y descienda a 21.000 pies, y cuando lo alcance, confirme y gire 35 grados a la izquierda y continúe bajando con rumbo norte hasta nivel 12.000 pies, gire entonces a 45 grados al oeste. Los tráficos han sido desviados y está usted solo en el área. Hemos dado señal de “mayday” a los equipos de tierra y está todo dispuesto. Continúe descendiendo hasta nivel de 5.000 pies”.
    Chaco no daba crédito a lo que estaba oyendo.
    -“Atención Aerolíneas Argentinas 211”, surgía intermitente Villa Reynols. “Siga descendiendo, mantenga rumbo oeste y confirme cuando aviste la cabecera de la pista cero tres”.
    -“Aquí Aerolíneas Argentinas 211, voy a aterrizar por instrumentos porque no tengo visibilidad, ya que el parabrisas está totalmente cubierto de mariposas. El reactor central sigue perdiendo presión y no tardará en detenerse del todo.
    -“Aquí Aerolíneas Argentinas 211.Ya tengo la pista enfrente”.
    -“Bravo, Capitán”, dijo Villa Reynols, “ahora ponga de una vez ese trasto en tierra. Corto y buena suerte”.
    Chaco, ensimismado, respiró hondo cuando escuchó nuevamente al capitán de Aerolíneas 211 dar las gracias a la torre y solicitar un tractor de arrastre para tirar del 727 hasta la plataforma porque ya estaba sin energía.
    Chaco, de pronto, reparó en que ya estaba sobre Río Cuarto. Abandonó la frecuencia de Villa Reynols y sintonizó su radio con la del aeropuerto de esta ciudad, solicitó permiso y aterrizó sin novedad.
    Estacionó su avión en el sitio que le indicaron, apagó el motor, descendió y corrió hacia la torre. Subió las escaleras de dos en dos y pidió que lo comunicaran por teléfono de inmediato con la torre de Villa Reynols.
    Tenía que hablar con alguien responsable de aquella base para decirle que él conocía el fenómeno que había provocado la emergencia del 727 de Aerolíneas poniendo en peligro la vida de ciento veintitantos pasajeros del vuelo AR 211.
    El máximo responsable de la base le pidió que por cuenta de la fuerza aérea volara por favor con su Mooney hasta Villa Reynols para narrar lo que sabía y tratar de explicar lo que para todos era inexplicable.
    Cuando Chaco llegó a la base divisó enseguida el 727 en plataforma y estacionó su Mooney a un costado del transporte.
    Efectivamente el avión estaba totalmente cubierto de mariposas. Las tomas de aire de las turbinas, casi del todo atoradas como así los hipersustentadores, los “flaps” y, por supuesto, el parabrisas totalmente ciego. Chaco pensó para sí: “menos mal que existen los instrumentos”.
    Al parecer, según le dijo el brigadier comandante de la base, este incidente no era la primera vez que sucedía. Con anterioridad había pasado algo parecido con una escuadrilla de Mirages que se desviaron de su curso siguiendo una nube multicolor con forma de peonza achatada en los alrededores de Rancul.
    Al caer la tarde, Chaco regresó a su casa y encontró a su padre cabizbajo tomando mate sentado en el patio.
    -“Me acaban de comunicar que van a quitar el VOR porque al parecer ya no es necesario. Según me han dicho, las compañías aéreas han decidido instalar en todos sus aviones los últimos sistemas de navegación satelital”.
    Cuando Chaco relató a su padre lo que había sucedido, Don Narciso dijo que aquella mañana le había llamado la atención que cuando fue a regar su jardín de VOR le extrañó no ver en el parterre ni una sola mariposa cuando normalmente suelen estar posadas o revoloteando de flor en flor; era como si todas se hubiesen marchado al mismo tiempo.
    Aquí termina este relato. A modo de apostilla resta por decir que retiraron el VOR y Don Narciso se quedó sin trabajo. Poco a poco por falta de atención y naturalmente de riego, las flores se fueron marchitando, las matas secando, y al cabo de un par de meses no quedaban ni VOR, ni plantas, ni flores y ni, por supuesto, mariposas.
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