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UN CONCIERTO MEMORABLE EN CHIVILCOY por José Yapor (Buenos Aires-Argentina)
    Fue en mayo de 1980, a estadio lleno. Aquella noche estrenó “Castillos en el aire”

    Chivilcoy es una localidad ubicada a 160 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Habitada por 70 mil almas y con más de un siglo y medio de historia, es desde hace décadas un pujante polo agrícola, ganadero e industrial del oeste de la Provincia de Buenos Aires.
    Allí actuó Alberto Cortez, el sábado 17 de mayo de 1980. El escenario del Estadio Centro del Club Gimnasia y Esgrima, ubicado en pleno corazón de la ciudad, fue testigo privilegiado de una actuación aún recordada a pesar del inevitable paso de los años. El espectáculo fue organizado por el Centro Tradicionalista El Fogón, una institución dedicada al rescate y la difusión de las diferentes expresiones de la cultura autóctona.
    Héctor “Pililo” Bottini, locutor oficial de Estadio Centro e integrante del conjunto folclórico “Las Voces de Chivilcoy”, compartió aquella jornada con Alberto y todo su equipo.
    Cuando transcurren los primeros días de febrero de 2008, mientras la tarde se va haciendo noche y compartimos un café en una mesa de Confitería La Perla, sus recuerdos de aquella visita van fluyendo con naturalidad y pasión corteziana.
    Bottini cuenta que “en esa época era hincha fanático de Alberto Cortez. Entonces, imaginate la alegría y el algo distinto que yo encontré cuando vino. Fuimos a almorzar a El Fogón y yo estuve al lado de él. En un momento le dije: ‘Yo lo admiro mucho, me gusta cómo escribe, cómo canta y cómo se las juega arriba del escenario’. Una de las cosas que me quedaron de esa conversación fue cuando me preguntó: ‘¿Conocés las letras mías?; ¿cuál te parece que es la mejor?’. Le dije que para mí era El Abuelo, porque tiene un remate final muy poético, muy bien hecho y es una historia real que le cabe a mucha gente, no solamente a él y su abuelo. Me dijo que tenía razón; que si bien quería a la mayoría de sus canciones, también creía que El Abuelo era una de las más completas que en ese momento tenía”.
    “Me acuerdo que ese día me regaló un montón de long play –continúa “Pililo”-. Me los dedicó y los guardo con mucho cariño, porque vino directamente de su mano, porque sentía cosas extrañas estando con él, porque me llegaban al corazón lo que decía en una conversación comiendo un asado. En esa charla encontraba las profundidades de las palabras de Alberto Cortez, que son las profundidades de sus poemas, de sus canciones. Entonces, se reafirmaba ese cariño que sentía por el artista, porque veía que era un hombre íntegro, que no inventaba una situación. Es un hombre muy dado y me acuerdo que en aquella oportunidad hablamos de música y de Serrat”.
    A los postres, guitarra en mano, el cantautor nacido en Rancul (La Pampa) interpretó algunas de sus más conocidas canciones. Del almuerzo, servido en las instalaciones que El Fogón tiene en la zona de quintas, participaron unas treinta personas, entre ellas integrantes de la comisión directiva y allegados a la entidad. Uno de los asistentes fue Rubén Robledo, comerciante chivilcoyano que por entonces tenía tan sólo ocho años y acompañó a su padre, estrecho colaborador de El Fogón. Fue precisamente Rubén quien me pasó el dato de esa actuación tempranera, lo que motivó mi posterior interés por recabar mayor información.

    Los preparativos y el recital

    “De ahí pasamos al Club Gimnasia, donde hubo un recital que empezó temprano –relata Bottini-. Después terminaba con un baile, con la presentación de Aldo y los Pasteles Verdes, que era un suceso en el país. A la tarde, después del almuerzo, con Carlos Carosella estuvimos en la prueba de sonido de Alberto Cortez. El no estaba, pero estaba (Eddy) Guerín, ese pianista español excepcional. Nosotros pensamos que Alberto Cortez logró las mejores realizaciones musicales con Guerín. Un arreglador excepcional.
    También recuerda que para aquella gira Cortez “se había llevado a Ritro, el guitarrista de Los Andariegos, que había estudiado con él en Mendoza. Le preguntó: ‘¿Qué te falta?’; Ritro le dijo: ‘Hacer una gira’ y se lo llevó con él. Cuando estaba en la mitad de la gira, estaba un poco triste, nervioso e intranquilo. Le preguntó: ‘¿Qué te pasa’ y le respondió: ‘Estoy muy lejos de mi familia’. Entonces, Cortez le dio lugar y le llevó a la familia. Así Ritro pudo recorrer gran parte del mundo siendo su guitarrista. Ese día que actuó en Chivilcoy, Ritro –que es amigo nuestro- se despidió de Alberto Cortez, porque el día después el pampeano cantaba en Venezuela. De acá, directo a Venezuela”.
    Héctor Bottini aseguró que “una de las canciones que más le llegó al público fue Castillos en el aire, porque él dijo que esa noche la estrenaba para nosotros en Gimnasia. El baterista tocaba con la escobilla en el piano de Guerín y fue un momento muy lindo de aquel espectáculo, con el estadio lleno. Otra de las anécdotas que me quedaron es que él se dio cuenta de que yo era el presentador y me dijo: ‘Mira, esto que hago yo va sin presentador, pero si tu me aseguras que no vas a hablar mucho, que no es largo, ahí tienes el escenario’. Fue realmente un regalo muy pero muy lindo que me hizo Alberto Cortez, porque yo quise tener en ese momento poquitas palabras, pero las más lindas para él. Así pasó en Chivicoy. Después vino por segunda vez con Facundo Cabral, en noviembre de 1995, pero por un cuestión personal no pude estar y me quedé con unas ganas tremendas”, acota.

    El canto profundo

    “Siempre dijimos con los amigos, con (Carlos) Carosella, (Roberto) Vallone y (Carlos) Sanzone (ex compañeros de Las Voces de Chivilco) que Cortez se va a hacer grande, a lo mejor la garganta no le va a dar, pero él va a querer llegar igual a las notas, porque canta de adentro; canta con el pecho. Es un estudioso, un entusiasta, un artista muy serio. Es un hombre que ha ayudado a muchos artistas en España. Esto me lo contó Jairo. Le ha dado lugar en su casa a muchos artistas, siempre y cuando trabajen, salgan a buscar trabajo y ensayen. Si no, de vagos, no. Esa es una de las condiciones que tiene y presenta Alberto Cortez. Es un hombre que nos dejó bien plantados en el mundo, porque todo aquel que puede interpretar sus letras se da cuenta de su profundidad”, subraya Bottini.
    De aquella jornada también recuerda que “cuando finalizó el recital y eso se enganchaba con la presentación de Aldo y los Pasteles Verdes, los que estábamos en el club nos asustamos un poco porque la gente se fue. Pero vino la gente del baile. Fue una cosa realmente linda por los dos lados, porque la gente vino a ver a Cortez. El Estadio Centro en esa época era muy importante. Aún lo sigue siendo, pero en esa época iba mucha más gente, iba la familia, y vinieron todos los grandes y uno de ellos fue Alberto. Estuvieron también Julio Iglesias, Manzanero, María Marta Serra Lima, Valeria Lynch, Manolo Galván, Mariano Mores, Héctor Varela, el dúo Pimpinela y Luis Miguel, cuando era chiquito”, señala.
    En estos términos, con un cálido saludo dirigido a Alberto, se despidió “Pililo”: “Quiero abrazar a Cortez y desearle buena salud. Le mando todas las energías positivas que pueda, para que siga siendo el que todos conocemos y necesitamos”.

    Repercusiones en la prensa local

    Los dos diarios locales, La Razón y La Campaña, dedicaron elogiosos comentarios a la actuación de Alberto Cortez.
    La colaboración prestada por Carlos Armando Costanzo, entusiasta fundador y director del Archivo Literario Municipal, permitió consultar los ejemplares de los días previos y posteriores a la presentación.
    La publicidad aparecida en los dos matutinos rezaba: “Todos lo esperaban… El Fogón lo presenta: Alberto Cortez”. Mientras La Razón, en su edición del 11 de mayo de 1980, titulaba “Alberto Cortez actuará en el Estadio Centro”, el día del recital La Campaña anunciaba “Llega Alberto Cortez”.
    El martes 20 de mayo, en la primera plana La Campaña titulaba “Recital de Alberto Cortez: todo un éxito” y en la nota expresaba: “Una verdadera demostración de capacidad y seriedad profesional fue la presentación de Alberto Cortez en nuestra ciudad, el sábado por la noche en el Estadio Centro, espectáculo que fuera organizado por el Centro Tradicionalista El Fogón”.
    El cronista hacía alusión al asado compartido en el Campo Hípico “Martín Miguel de Güemes”, donde “el hombre y el artista afloraron de forma más directa”. Allí, un Cortez “alto, joven, simpático, tomó contacto inmediatamente con todos y se prestó a la charla cordial y a la contestación de preguntas, exteriorizando con naturalidad y sinceridad las características esenciales del hombre”. La nota precisa que interpretó “diecinueve canciones, de las cuales tuvo que repetir tres”, para luego calificar la actuación como “un recital del canto que seguramente Chivilcoy no olvidará, como no olvidará a este singular cantante, autor de la mayoría de las obras que interpreta”.
    Por su parte, La Razón, en su tapa, daba cuenta de “Una exitosa actuación del cantante Alberto Cortez” y en la nota informaba que “fue acompañado en la parte instrumental por una excelente banda integrada en su mayoría por músicos españoles”.

    “Igual que las gaviotas”

    Días antes de su arribo a Chivilcoy, el 12 de mayo, el artista actuaba en los estudios de Argentina Televisora Color (Canal 7), la emisora oficial con llegada a la mayor parte del territorio nacional.
    Una grabación de aquel recital que conservo en mi poder, me permite conocer y compartir con ustedes la explicación de Castillos en el aire, que recién veía la luz y luego se convertiría en uno de los mayores éxitos de su repertorio. Decía Alberto aquella noche: “Quiero contarles una canción, de estas que recién salen del horno. Es una canción que habla de un personaje, para lo que me gustaría contarles una pequeña anécdota. El otro día estábamos actuando en la ciudad de Resistencia, en el Chaco, y curiosamente en Resistencia hizo mucho frío la noche que tuvimos que actuar y nuestra actuación era al aire libre. Por eso vaya desde aquí mi saludo a ese estoico público que aguantó un recital entero habiendo un frío bárbaro. Durante el recital se levantó un niño y me trajo un regalo. Me ofreció un papel blanco. Yo lo abrí, era un dibujo. Les voy a contar el dibujo porque vale la pena: había un árbol, pajaritos, un gato en el árbol, un sol, las nubes, una escuela o una casa de donde salían niños, un montón de niños que seguían a otro que era el único que llevaba alas, unas alas inmensas. Esto es para que digan que los niños no son poetas… De todas formas, les cuento esta anécdota porque el personaje de mi canción también tiene alas, o por lo menos él cree que tiene alas. Y a mí, honestamente, me encantaría ser como él”.
    Aquella noche, acompañaron a Alberto Cortez los músicos Sergio Guirao, Máximo Hernández, Antonio Marcos, Jacques Ruanell y Eddy Guerín. En un momento subió “Cacho” Ritro y juntos interpretaron el carnavalito Naranjitai y Gracias a la Vida, célebre composición de la poeta chilena Violeta Parra. Todo un desafío en tiempos de la dictadura militar.


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